“Su presencia (la de Hera) no faltaba jamás en los nacimientos ni en las bodas, pues otorgaba especial protección a las esposas virtuosas. Su carácter era, sin embargo, autoritario y malhumorado, vengativa y terca en su querer. Espiaba siempre a Zeus hasta en los actos más pequeños. Y los gritos que los celos le hacían proferir estremecían al Cielo. Zeus, por otra parte, era un esposo rudo y bestial y frecuentemente empleaba métodos violentos para acallar las quejas de su esposa, llegando en su salvaje conducta a atarle a cada pie un pesado yunque, maniatarle con una cadena de oro y colgarla de esta manera de la bóveda celeste. Ningún dios fue capaz de librarla de sus ataduras y fue preciso recurrir a Vulcano que las había forjado”
(R. Graves, “Mitos griegos I”)
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