viernes, 27 de octubre de 2017

EL MITO DE APOLO Y DAFNE








Orgulloso Apolo con esta victoria frente a la monstruosa serpiente Pitón, se atrevió a desafiar al Amor y sus dardos. “Nunca sufriré de amor. Soy tan hermoso que sufrirán todas por mí, mientras yo me reiré en sus narices”. Así pensaba en voz alta. Pero   El hijo de Venus le oyó y decidió tomarse cumplida venganza: sacó de su carcaj dos flechas, una de las cuales terminaba en una punta de oro e infundía el amor, la otra tenía la punta de plomo inspiraba el odio o el desdén.  Cupido dirigió la primera contra Apolo y disparó la segunda Dafne, hija del río Peneo.  Inmediatamente el dios sintió una violenta pasión por la ninfa y ella, lejos de corresponder a sus ternuras, huía de sus miradas. Apolo corrió tras ellas, a través de la pradera por donde serpentea el río, ya está a punto de alcanzarla y ella, desesperada, implora la ayuda de los dioses, que la transforman en laurel.  Apolo sólo pudo estrechar entre sus brazos un tronco inanimado.  Transido de dolor, arrancó del tronco algunas ramas y con ellas se tejió una corona, para llevar consigo lo que quedó de Dafne, para recordarla en cada momento, para comprender la dureza terrible del amor verdadero.

HIJOS DE VENUS



Convencida de que el dios Hermes (Mercurio)  la amaba, Afrodita pasó una noche con él y el fruto de su unión fue Hermafrodito, un ser de doble sexo.  Más tarde Afrodita se entregó a Dionisio y tuvo con él a Priapo, un niño feo con enormes órganos genitales;  fue Hera quien le dio ese aspecto sucio, porque censuraba las constantes relaciones sexuales de Afrodita. Hera, la mujer de Zeus, es la diosa del matrimonio. Príapo Es jardinero y lleva en la mano una podadera.

Pero su hijo preferido es Eros o el Amor, dios maligno, seductor; apenas vino al mundo cuando Zeus, previniendo los daños que este niño podría causar, mandó a Afrodita que le hiciese desaparecer.  Esta, para sustraerlo de la mirada del señor de los dioses, lo ocultó en lo más denso de los bosques, y allí, Eros fue amamantado por leones y tigres.  Cuando se sintió robusto se construyó un arco de fresno y con madera de ciprés hizo las flechas.  A su capricho les puso puntas de oro o de plomo. Si son de oro, condena a la persona que recibe la herida a amar desesperadamente. Si son de plomo, te condena a odiar a la persona que te quiera. Ejercitándose en el tiro, se adiestró en el arte de hacer a los hombres víctimas de sus flechas...Se le representa siempre con alas, porque revolotea entre los hombres, y lleva los ojos vendados para indicar que el amante no ve en el objeto de su amor las faltas y los defectos.”

Las infidelidades de Venus

Rara vez se podía convencer a Venus para que prestase a las diosas su ceñidor mágico, que hacía que todos se enamorasen de su portadora, pues era celosa de su posición. Zeus le había dado en matrimonio a Vulcano, el dios herrero cojo; pero el verdadero padre de los tres hijos que ella le dio -Fobos, Deimos y Harmonia - era Ares (Marte), el robusto, el impetuoso, el ebrio y pendenciero Dios de la Guerra. Vulcano no se enteró de la infidelidad hasta que una noche los amantes se quedaron demasiado tiempo juntos en el lecho en el palacio de Ares en Tracia; cuando el dios Apolo que representa al sol se levantó los vio en su entretenimiento y le fue con el cuento a Vulcano.



     Vulcano se retiró airado a su fragua, y a golpes de martillo, forjó una red de caza de bronce, fina como una telaraña, pero irrompible, que ató secretamente a los postes y a los lados de su lecho matrimonial.  A Venus, que volvía de una de sus visitas a Ares toda sonrisas, le dijo: “Te ruego que me excuses, querida esposa, pero voy a tomar unas breves vacaciones en Lemnos, mi isla favorita”.  Afrodita, claro está, no se ofreció a acompañarle y en cuanto se hubo perdido de vista se apresuró a llamar a Ares, quien llegó enseguida.  Los dos se acostaron alegremente, pero cuando quisieron levantarse al amanecer se encontraron enredados en la red, desnudos y sin poder escapar.  Vulcano volvió de su viaje y llamó a todos los dioses para que fuesen testigos de su deshonor.  Luego anunció que no pondría en libertad a su esposa hasta que le devolviesen los valiosos regalos con que había pagado a Zeus, su padre.



       Los dioses corrieron a presenciar el aprieto en que se hallaba Afrodita, pero las diosas, por delicadeza, se quedaron en sus alojamientos.  Apolo, tocando el codo disimuladamente a Mercurio, le preguntó: ¿No te gustaría en el lugar de Ares, a pesar de la red?
      Mercurio juró por su cabeza que le gustaría aunque hubiese tres veces más redes y todas las diosas le mirasen con desaprobación.  Esto hizo que ambos dioses rieran ruidosamente, pero Zeus estaba tan disgustado que se negó a devolver los regalos de boda o a intervenir en una disputa vulgar de matrimonio.  Le dio a Vulcano que había cometido una tontería haciendo pública su infidelidad.  Neptuno, quien al ver el cuerpo desnudo de Venus también se había enamorado de ella, ocultó sus celos de Ares y fingió que simpatizaba con Vulcano y su petición.

- Puesto que Zeus se niega a ayudar - dijo -, yo me encargo de que Ares, como precio por su libertad, pague el equivalente de los regalos de boda en cuestión.

- Todo eso está muy bien replicó Vulcano lúgubremente -, pero si Ares no cumple, tú tendrás que ocupar su lugar bajo la red.

- ¿En compañía de Venus?- dijo Apolo riendo.

- Yo no puedo creer que Ares no cumplirá -dijo Nepltuno noblemente-, pero si así fuera, estoy dispuesto a pagar la deuda y casarme yo mismo con Afrodita.


      En consecuencia, Ares fue puesto en libertad y volvió a Tracia.  Ni que decir tiene que Ares no cumplió, ¿por qué había de pagar él?  Al final nadie pagó, porque Vulcano estaba locamente enamorado de Afrodita y no tenía verdadera intención de divorciarse de ella”